El primer elemento es el agente causal, un organismo vivo
que tiene la capacidad de producir una enfermedad.
El siguiente elemento es el reservorio o la fuente de
infección. A pesar de que en ambos el agente causal vive, se reproduce y se
multiplica para posteriormente pasar al huésped, difieren en el hábitat.
Para que dicho agente pueda salir de su hábitat para
alojarse en un huésped es fundamental la existencia del elemento conocido como
puerta de salida.
Una vez que el agente ha encontrado una vía por la que poder
salir de su hábitat se pone en marcha otro elemento importantísimo de la
cadena, el mecanismo de transmisión. La transmisión es directa cuando el agente
pasa al huésped sin utilizar ningún “medio de transporte”, o indirecta cuando
el agente necesita de un vehículo animado (insectos) o inanimado (alimentos,
agua) para poder llegar hasta el huésped.
A pesar de que el agente causal haya salido de su hábitat y
haya encontrado un “medio de transporte” necesario para transmitirse (en el
caso de que sea indirecta), necesita encontrar una puerta de entrada al
huésped. Las más comunes son las conjuntivas, el aparato respiratorio,
digestivo y genitourinario, las mordeduras y los arañazos.
El último elemento de esta cadena lo constituye el huésped
susceptible. La edad, el estilo de vida, el lugar de residencia, el estado
nutricional e inmunológico son características que van a influir en la
susceptibilidad del huésped.
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